“Me creí Dios, me equivoqué y ahora estoy arrepentido”
Horror en Uruguay. Se lo dijo el enfermero Ariel Acevedo al juez. Junto a su colega Marcelo Pereira confesaron haber matado al menos a 16 pacientes de dos hospitales. Hay más denuncias contra ellos, y siguen presos.
En este hospital público de Uruguay se llevaron a cabo varios asesinatos a pacientes. Foto: AFP |
MONTEVIDEO. “No soy un instrumento de Dios; cuando estoy con un paciente, yo soy Dios”. La frase pertenece a Harold Shipman, un médico inglés que atendía ancianos y enfermos terminales y disfrutaba viéndolos desplomarse en minutos, después de una dosis fulminante de morfina. Casi 15 años después de su arresto, Uruguay escuchó ayer una justificación casi calcada: “Me creí Dios, me equivoqué y ahora estoy arrepentido”. La frase pertenece ahora a Ariel Acevedo, uno de los dos enfermeros sospechados de haber asesinado a más de 200 personas –16 casos están confirmados– con inyecciones de morfina, aire y lidocaína.
La noticia dejó al país sin aire. “Horror en Uruguay”, decían ayer en rojo los titulares. El juez Rolando Vomero mandó un comunicado urgente a la medianoche en donde lo confirmaba: había procesado a Marcelo Pereira, un enfermero de 39 años, por cinco homicidios. Lo mismo había hecho con Ariel Acevedo, otro enfermero experimentado de 46 años, por haber confesado el asesinato de al menos 11 personas. Pero siguen la pista de otros 200 casos.
En un comienzo los abogados quisieron desvincularlos pero terminaron delineando la misma estrategia. “Mi cliente dice que no quiso matar a nadie, que sólo quería aliviarles el dolor, que actuó por causas humanitarias. Confesó haberles dado morfina y Dormicum, una benzodiacepina”, explicó ayer a Clarín Santiago Clavijo, abogado de Pereira. Una droga para calmar el dolor y otra para dormir: intenciones nobles. Sostuvo que es mentira que los pacientes lo molestaban, que está deprimido y solo en una celda, que está casado y tiene hijos, que su esposa lo comprende y que está arrepentido de haberse escondido de los otros enfermeros para aplicar las inyecciones mortales.
Pereira trabajaba en los dos establecimientos, el público y el privado. Lo detuvieron de camino al público y negó todo durante cuatro horas. Hasta que se quebró y confesó. Desde un primer momento, los abogados insistieron en que no actuaban juntos. Pero lo cierto es que, después de la confesión de Pereira, la Dirección de Lucha contra el Crimen Organizado e Interpol fue directo a buscar a Acevedo. Es soltero y estaba solo en su casa. También negó todo. Y terminó confesando 11 crímenes.
Ayer, Inés Massiotti, su abogada, confirmó lo que se sospechaba. “Eran amigos a tal punto que mi cliente era el padrino de la hija del otro implicado”, dijo. Fue ella quien desde el primer día sostuvo la bandera de la “piedad”, tanto que arrojó un dato fuera de contexto: que su cliente había sido abusado de chico. Ayer, contó por radio que Acevedo le dijo al juez Vomero que se había creído Dios.
Por el delito que se les imputa –homicidio muy especialmente agravado en reiteración real– podrían darles entre 10 y 24 años de prisión. El argumento que usan las dos partes para sostener que no hubo crimen organizado es que sus técnicas difieren. Massiotti aclaró que su cliente “usaba una jeringa de 20 centímetros con aire que aplicaba vía intravenosa y provocaba una embolia pulmonar.
Eso causa un infarto o un paro cardíaco”. Pero el ministro del Interior uruguayo, Eduardo Bonomi, fue más allá: aseguró que había “una suerte de competencia”, entre ellos “pero no estaban planificando juntos” las muertes.
Mientras los enfermeros siguen con prisión preventiva, la Policía no para de recibir nuevas denuncias de muertes sospechosas. Más de 250 historias clínicas están siendo chequedas y tuvieron que habilitar un teléfono (099 409 623) para que quienes ahora dudan acerca de las causas de muerte de sus familiares, también hagan la denuncia. El juez Vomero dijo que no descarta pedir la exhumación de algunos cadáveres para realizar las autopsias y comprobar si hay presencia de drogas. Además, el Ministerio de Salud Pública ordenó inspecciones en todas las unidades de cuidados especiales y anunció que convocará a un experto extranjero para que ayude en el tema. Trascendió que inició consultas con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Ayer, los dos hospitales parecían fortalezas. Los policías que rodeaban la zona aumentaban la sensación de blindaje. Ahora vendrá la parte más dura. La Dirección de Lucha contra el crimen organizado armó un equipo técnico –formado por especialistas en delitos complejos y hasta psicólogos- que irán casa por casa a contarle a las 16 familias que sus parientes no murieron de viejitos ni de enfermos. Que fueron asesinados en silencio.
Primera Voz / Digital
Artículo extraído de otra fuente
Fuente: Clarín Digital